lunes, 31 de marzo de 2008

Los dos paises

El matrimonio Kirchner gobierna para un país virtual que ellos mismos fabricaron. En este país virtual la pobre gente cautiva de los planes sociales, a la que le han quitado hasta la dignidad de elegir a que acto asisten, son “el pueblo” y las fuerzas de seguridad son las huestes de D’elia y de Moyano, que responden a cualquier amenaza que pueda poner en peligro el sistema donde ellos despliegan su poder sin límites, fuera de los alcances de la ley. En ese país existen también una serie de gobernadores e intendentes, así como algunos empresarios industriales, todos dependientes de la caja kirchnerista, que están obligados a reírse a carcajadas de los chistes de Cristina y son los que aplauden a rabiar en cualquier acto organizado dentro del país virtual. Para cerrar el círculo de la felicidad, este país tiene su propio índice de inflación (obviamente también virtual) que tiene la ventaja de que nace en una computadora y responde a la voluntad de un oscuro personaje, que pretende digitar los hilos de la economía como si fuera un alquimista en su laboratorio.
El primer problema es que este inmenso país virtual que gobierna el matrimonio no genera recursos, sólo los gasta. Los recursos hay que ir a buscarlos en el país real, que está compuesto por millones de personas, ricas y pobres, que eligieron tener la dignidad de ganarse el sustento con el fruto de su trabajo.
El segundo problema es que ellos desconocen absolutamente como funciona este país real, solo tienen una concepción teórica, donde cualquiera que se atreva a pensar distinto apoyó a Videla, o es golpista, donde el campo es una fuente inagotable de riquezas y esas riquezas sólo provienen de la providencia de la madre naturaleza, independientemente de la tecnología y el trabajo aplicado, por lo tanto son pasibles de apropiárselas. Una especie de socialización de las ganancias, pero sólo las del campo. Y así lo han hecho, con una voracidad insaciable, hasta el punto de aumentar las retenciones 3 veces en una misma campaña agrícola, llevándolas desde el 27,5 % (que ya era una locura), al 35 % que es confiscatorio y finalmente al 44 % que es insoportable. Este desconocimiento se hizo patente en el primer e incendiario discurso presidencial, pronunciado ante intendentes y gobernadores obsecuentes que dieron el marco como para darle la sensación a nuestra Presidenta que había hecho un acto de justicia acallando un reclamo “patronal y sectorial” con la soberbia y el resentimiento que la caracterizan. Quedaron atónitos con la inmediata reacción de todos los pueblos del interior y de la capital. Ninguna causa injusta puede provocar semejante nivel de movilización popular.
El tercer problema es que para mantener el poder en el país virtual, este tiene que crecer cada vez más, o al menos no se debe pasar gente del país virtual al país real. Donde mas evidente se hace este problema es en la cooptación de los gobernadores e intendentes que eligen los habitantes del país real. El país real transfiere, a través del mandato del voto, su representación (vidas, libertades y bienes) en personajes que una vez elegidos traicionan ese mandato y solo responden a la caja que les asegura el país virtual y como consecuencia ven tremendamente limitada su independencia. La impresionante magnitud de la expresión ciudadana del interior, mas de 200 mil personas en las rutas durante 15 días seguidos y miles de personas en las ciudades en los cacerolazos, no sólo indican la presencia palpable de este problema, sino que promete un cambio histórico para torcer este tremendo bache de la democracia que pone de rodillas a los representantes del país real ante el país virtual. De ahora en más, las carreras políticas no se podrán construir desconociendo los intereses de los pueblos que se representan, como ocurre en cualquier país democrático del globo.
El cuarto problema es que para sostener económicamente al país virtual hace falta una caja muy grande. Con un ritmo de crecimiento del gasto público de 50 % por año (el 2007 fue el record de los últimos 50 años, llegando al 30 % del PBI que significan 230 mil millones de pesos), en un contexto de desfinanciamiento externo, provocado por las bravuconadas de la negociación de la deuda, las únicas maneras de abultar esa caja son mediante el apoyo del dictador venezolano que nos compra bonos con tasas sensiblemente mas altas de las que cobraba el FMI, o haciendo una excursión al país real para cosechar los recursos que provee la naturaleza.
Los habitantes del país virtual (y para ser sinceros también gran parte del país real), desconocen que nada de lo producido en el campo, desde los inicios de la agricultura, en los albores de la civilización, proviene de la generación espontánea de la naturaleza. De otra forma hubiéramos continuado siendo recolectores, con rendimientos que tal vez hubieran alcanzado para sostener 100 millones de habitantes en el globo. Todo proviene del trabajo, de la tecnología y de la organización de los factores de la producción realizados por los agricultores de todas las épocas y muy especialmente en esta, donde la tecnología y la organización empresaria son las claves de la agricultura eficiente. Este desconocimiento es funcional a los intereses del país virtual y es la base donde una serie de falacias se asienta para justificar la expoliación a que está siendo sometido el sector agropecuario argentino. Estas falacias fueron sostenidas por el ministro Lusteau, fallido crack de la economía.
PRIMERA FALACIA: “las retenciones están impuestas para mantener bajo el precio de los alimentos”. Este argumento lo refuerza el ministro con relatos de lo que pasa en China, Mexico etc. como si la estructuras de los países fueran similares a la argentina. Obviamente, como todo el mundo sabe, Argentina posee el 2,6 % de la población de China y el 0,98 % de la cantidad de pobres que tiene ese país. Como consecuencia el problema argentino es bastante más fácil de solucionar. En el caso de Mexico, tiene 4 veces la población argentina y produce mucho menos cantidad de alimentos por habitante que nuestro país.
En el cuadro siguiente se hace un análisis de cuanto costaría en Argentina darle de comer gratis todo el año a toda la población que está por debajo de la línea de pobreza. Tomando los últimos datos del INDEC, la Argentina tiene un nivel de pobreza de 23,4 % que representan 9,8 millones de personas. Si le pagáramos toda la alimentación a esa franja de la población esto se podría hacer con 8500 millones de dólares, es decir, un 70 % de lo que el estado se va a llevar en concepto de retenciones.

Obviamente la intención del gobierno no es darle la comida gratis a toda la población por debajo de la línea de pobreza, así que si subvencionáramos la mitad del costo esto se haría sólo con 4250 millones de dólares.
Otra forma de abordar la cuestión sería calculando cuánto es el valor de la totalidad de los granos que se destinan al consumo interno. Para eso armamos el cuadro de abajo donde se ve ese número. Si tomamos el total consumido internamente por cultivo (esto abarca lo que se consume a campo y lo que va a industria) y lo multiplicamos por el valor FOB (puesto sobre el barco) actual, el número que resulta es 5500 millones de dólares. Comparando con las retenciones que se cobran en el nivel actual, significaría que si el campo regalara toda la producción que se destina al consumo (obviamente con esto la incidencia sobre la inflación sería cero) y no le cobraran las retenciones, obtendría 4600 millones de dólares mas de ingresos, que es la diferencia entre las retenciones y el valor que se destina al consumo. Si lo comparamos con el nuevo valor de retenciones el ingreso extra sería de 7000 millones de dólares.


Esto devela que el principal objetivo del gobierno central no es abaratar los alimentos sino incrementar los fondos que maneja centralizadamente, empobreciendo al interior del país, que no tiene recursos para mejorar los hospitales municipales, cubrir el déficit de viviendas, arreglar calles, procesar basura, etc, etc. En el caso de nuestra ciudad (Pehuajó), las retenciones se llevan la friolera de 120 millones de dólares por año, cuando el presupuesto municipal es de 12 millones. Solamente el último incremento de retenciones se va a llevar del partido 17 millones de dólares extra, es decir 1,4 veces el presupuesto anual.
SEGUNDA FALACIA: “el campo se beneficia de un tipo de cambio alto que lo soporta toda la sociedad”. Es ridículo que se hable que el campo disfruta de un tipo de cambio alto cuando le quitan más del 40 % del valor de la producción que se exporta. Con este sistema el tipo de cambio que cobra el campo con la soja es cercano a 1,73 pesos por dólar. Si tenemos en cuenta la inflación que hubo desde la caída de la convertibilidad a hoy según el INDEC fue del 109,4 % a enero del 2008, nos encontramos con que el sector tiene hoy un dólar subvaluado con respecto a lo que teníamos en la convertibilidad. Por otro lado el tipo de cambio con que se compran los insumos es el que cotiza en el mercado libre a 3,17 pesos por dólar, con lo cual se produce una brutal discriminación que solo es superada por el alto precio de los granos.
El verdadero motivo de la bonanza que tuvo el campo hasta hoy es el gran incremento de la demanda de alimentos en el mundo motorizada principalmente por el crecimiento chino, economía altamente demandante de comodities. En el cuadro de abajo se ve como fue la evolución mundial de la producción y la importación de poroto de soja desde China (Fuente: USDA).

La fenomenal irrupción de China como demandante de soja tiene un primer escalón importante en el año 1999 donde incrementa su importación en casi 7 millones de tn, en el año 2004 se produce el aumento interanual más importante con 9 millones de tn. En la década del 90 China era un jugador de poco peso en el mercado internacional. Este período es coincidente con el desarrollo y la recuperación de la crisis en Argentina y por ello frecuentemente se confunde la recuperación del campo con la devaluación del 2001. La realidad es que el campo fue el motor de la recuperación de la economía argentina y no el beneficiario de una política gubernamental como lo quieren hacer aparecer hoy.
El gobierno argentino determino que ese incremento mundial en el precio de los comodities no era propiedad del productor, sino del estado, implementando un sistema anticonstitucional, que ataca la libertad de comercio en pos de una supuesta redistribución de la riqueza que ya explicamos mas arriba es falsa.
La segunda parte de esta falacia es que el tipo de cambio es soportado por toda la sociedad ya que ningún otro sector de la economía, salvo el energético (donde juegan otros factores), tiene una discriminación impositiva tan grande como el agro y en definitiva termina siendo un circulo vicioso donde el campo tiene un tipo de cambio alto que lo soporta el mismo.
TERCERA FALACIA: “el campo produce en pesos y exporta en dólares”. Esto se parece mas a una mentira lisa y llana ya que una falacia es la construcción de una conclusión falsa a partir de premisas verdaderas, pero aquí no hay ninguna premisa, simplemente es una mentira y se desmiente con el siguiente cuadro:

Entre el 94 y 95 % de los costos de producción de los principales cultivos están dolarizados. No sólo eso, sino que montados en el incremento de los precios internacionales tuvimos inflación en dólares en los costos de implantación, que ronda mas o menos un 50 % en la soja y un 100 % en maíz y trigo.

Conclusión: estamos asistiendo al agotamiento de un modelo centralizado, que funciona como una aspiradora de recursos desde el interior a la capital y desde los sectores productivos al sector político que replicó un modelo provincial de construcción de poder en base a una caja abultada con la cual compra voluntades a diestra y siniestra provocando en el camino un gran daño, no sólo económico, sino como señalamos mas arriba, también institucional. El involuntario soporte económico del sistema provino del campo que hasta la ocurrencia de los últimos acontecimientos mostraba una seria de características que lo hacían fácil presa de los saqueadores: poco poder de movilización, poca representatividad, poca consciencia de sus propias fuerzas, atomización, mercados externos en alza etc. Por estos motivos y algunos ideológicos fue elegido por el actual gobierno como blanco de sus ataques. Pero para mantener estos ataques bajo una pátina de justicia montó una serie de falacias con las que justificaba su accionar. La gran virtud de este conflicto es que está poniendo sobre la mesa la discusión de esas falacias, demostrando la fragilidad de los argumentos del gobierno. El alcance de esta lucha no es sólo sectorial sino que atañe a toda la sociedad, que entiende que este sistema no lleva por buen camino los destinos del país.
El campo era hasta hoy el único sector realmente competitivo de la economía argentina, con un mercado de tierras transparente, con mucha competencia, donde el grande es grande si es eficiente y con mucha movilidad entre los estratos de productores (todos los “grandes” provienen del estrato de “chicos”). El campo no necesita de subsidios ni de prebendas ni de “contactos políticos” para desarrollar su actividad, simplemente necesita de reglas claras, que no se lo trate como una caja de recursos a esquilmar.
El problema de la alimentación en la Argentina no es un problema de alimentos caros, sino de bajos salarios. La única forma de garantizar el acceso a los alimentos a toda la población es incrementando el nivel de riqueza que se genera y el nivel de riqueza de un país no se puede incrementar asfixiando la actividad de ningún sector y menos del sector agropecuario argentino. Países con mayor nivel de pobreza estructural, como Brasil, emprendieron otro camino muy distinto al argentino, privilegiando la creación de riqueza y hoy están cosechando los frutos de una decisión de largo plazo, Brasil se convertirá en la primera potencia agrícola del mundo en pocos años y eso mejorará sensiblemente el nivel de toda su población.
Estamos ante una oportunidad única para utilizar al sector como trampolín para el desarrollo de todo el país. No pretendemos que Argentina se transforme en un país agropecuario, simplemente queremos que se termine esta brutal transferencia de recursos hacia otros sectores y que el desarrollo de los demás sectores provenga de ventajas competitivas verdaderas. Lo otro lo hemos probado una y otra vez en la Argentina y nunca funcionó.

Calendario de Actividades